No es lo que nosotros
creemos que nos afecta, es lo que nuestros sentidos "deciden"
que nos afecta. Una imagen impactante, una melodía emocionante, un
perfume evocador, un sabor intenso o una textura sorprendente nos
afectarán en la mayoría de los casos, queramos o no. No podemos
huir de nuestra percepción, no al menos de una manera sana. Quizá
haya una escapatoria, la exposición breve, pero aún así nos
dejarán una huella que podrá ser más o menos indeleble, pero
huella al fin.
Creemos o queremos creer
que nos afectan, aquí en Valencia, las matanzas en Siria, los
muertos de hambre en el cuerno de Africa, las talas salvajes en el
Amazonas, Fukushima, la primavera árabe e incluso las subidas de la
prima de riesgo. Pero, siendo sinceros con nosotros mismos, nuestros
sentidos no perciben esto con la intensidad y la duración
suficientes para que nos afecte profundamente.
Ahora que, aquí en
Valencia, vemos el fuego, olemos el humo y tocamos las cenizas de las
montañas que se nos queman... notamos la lengua seca y abrazamos a
los amigos que han perdido su casa... nos sentimos afectados en lo
más hondo.
¿Qué sentiríamos si en
lugar de cenizas encontráramos en nuestra escalera una víctima de
la hambruna africana? ¿Qué sentiríamos si nos dijeran que el
incendio de Cortes está rodeando la central nuclear de Cofrentes?
¿Qué sentiríamos si el resplandor del fuego en el horizonte lo
causara un bombardeo sirio en vez de este incendio desolador? ¿Por
qué necesitamos sentir en carne propia el daño para reaccionar ante
él? ¿No somos lo bastante inteligentes para anticiparnos, para
prevenirlo, para minimizar su efecto? ¿No hemos tenido numerosos
ejemplos previos? ¿El aprendizaje ha de cargar con el peso del dolor
del propio aprendiz para que sea provechoso y duradero? No lo creo.
No lo puedo creer. Será que llevamos demasiado tiempo educados en la
anestesia, insensibles, con la excusa de (auto)protegernos del
desestabilizador impacto sensorial, emocional, social, afectivo o
como lo quieran llamar, de tanto dolor.
No esperemos a sentirlo
tan cerca. Permitamos que nos afecte en la distancia para que no
llegue a afectarnos en la cercanía. Con un poquito de suerte llegue
a ser tan insoportable que reaccionemos para buscar una solución y
descubramos al fin, que ayudando a otros, en realidad nos ayudamos a
nosotros mismos.
Quisiera creer que desde
mi escuela puedo ayudar a aprender del dolor ajeno, a educar en la
empatía, a desarrollar la inteligencia emocional; no me sirve, no
nos sirve, la escuela que educa desde la no-percepción, la
no-sensación, la no-experimentación del entorno que nos rodea, de
nuestros semejantes y de nosotros mismos. Seamos maestros valientes y
abramos las puertas de nuestros sentidos primero, y las de los
sentidos de nuestro alumando después, y eduquemos en la gestión
emocional de esa avalancha de percepciones. No veo otro camino que
nos pueda llevar a buscar una solución sincera, real y duradera a
los problemas que nos afectan.