lunes, 1 de febrero de 2010

Jubilación docente y demagogia

I. De pena.

Empezamos 2010 con la noticia de que la jubilación se retrasará un par de años, a los 67. Ya ando yo contando los días que me quedan para dejar de trabajar como cuando hacía la mili y tachaba los días en el calendario de mi taquilla y ahora esto. Hay que tener una moral de hierro para imaginarse de maestro a esa edad y con la clase de estudiantes que ha de venir, viendo no más la caterva que inunda las aulas actualmente. Por muchos trienios y sexenios que incluyan en mi nómina, no será suficiente, no es suficiente hoy. Los docentes estamos mal pagados, si comparamos con otros oficios ganamos poco más que un peón albañil y mucho menos que un fontanero que, total, solamente tienen estudios de FP ¿para eso estudié bachillerato, hice el selectivo, tres años de universidad y oposiciones? Si al menos el día a día en la escuela no fuera un campo de batalla uno iría a trabajar con intención de eso, de trabajar y no con buenas intenciones, que hacen agua a los cinco minutos de cruzar la puerta del centro. En muchas ocasiones ya ni siquiera los alumnos tienen la culpa de este desaguisado en que se ha convertido la enseñanza obligatoria en este país, sino que hay verdadera competencia entre mis propios compañeros de trabajo, las familias y la administración educativa para ver cual es el máximo responsable de tanta ineficiencia. Al finalizar un claustro, una reunión con los padres o un encuentro con el inspector te sientes como si a tus espaldas algún iluminado estuviera quemando, al más puro estilo farenheit 451, todos los libros y legislación sobre educación que has leído desde que decidiste sacarte la carrera de maestro. Si volviera a tener veinte años volvería a opositar, no soy tonto, como de funcionario, nada; pero eso sí, a justicia, sanidad o hacienda. ¿La educación? Cómo decía mi abuela: lo que la cuna no da, Salamanca no presta. Y seguro que no hablaba de los ricos, que bien pobre era; que si en la familia no hay luces, en la escuela dos velas. Cuando nos hacen falta Escuelas de Padres es que algo no va bien, no sólo la educación, de modo que poco podemos hacer los que estamos al pie del cañón cada día porque a menudo no somos más que eso, carne de cañón, ¡ya está bien de ejercer de padres, psicólogos, enfermeros, policías, jueces y camareros! y además sin ninguna autoridad, que esa es otra. Con la sobredosis de pluriempleos encubiertos que nos metemos en el cuerpo cada mañana no es raro que el índice de bajas laborales por estrés en nuestra profesión sea tan elevado, no quiero pensar que ocurrirá si además le añadimos los achaques de la edad. De pena.

II. Así da gusto.

Empezamos 2010 con la noticia de que la jubilación se retrasará un par de años, a los 67. Hoy algunos compañeros veteranos se jubilan a los sesenta y con la esperanza de vida pueden quedarles facilmente de veinte a treinta años de no trabajar; todo un reto para no caer la indolencia y la depresión. Es una buena noticia saber que la vejez puede seguir siendo una etapa productiva, creativa y dotada de una carga de conocimientos valida para afrontar la aventura de educar a las nuevas generaciones. También resulta un aliciente pensar en el suculento salario que ingresaremos cada mes, puntualmente, sin riesgos de retrasos o quiebra empresarial, sumando los trienios y sexenios acumulados durante la vida laboral. Finalmente, cuando llegue la hora de la jubilación, da una enorme tranquilidad pensar en las condiciones favorables en que nos encontraremos, en comparación con otros oficios, sobre todo los que ahora son autónomos, que no contarán con unas coberturas similares. Esta tranquilidad y este reconocimiento de la valía de la veteranía del docente hace que el acudir cada día al centro sea algo más que acudir al trabajo. Saber que los alumnos respetan aún más al maestro mayor, que con las familias habrás establecido una relación más profunda de complicidad y que tus compañeros de trabajo más jóvenes te verán como un referente hace que la perspectiva sea muy interesante. Quizá en los últimos años de profesión y, gracias a flexibilidad de horarios que te permite la administración, incluso uno se pueda plantear escribir algún libro de reflexiones sobre el mundo de la educación, con la base que dan tantos años de dedicación y con la riqueza que supone haber vivido en primera persona tantas modificaciones del sistema educativo en España. Si volviera a tener veinte años, volvería a opositar, no soy tonto, como de funcionario, nada; eso sí a maestro, nada de administrativo en hacienda, justicia o sanidad. ¿Por qué educación? Porque como decía mi abuela: estudia para ser un hombre de provecho. Hoy en día más que nunca, la sociedad necesita ciudadanos formados para afrontar todos los problemas que se nos presentarán en los próximos tiempos. Hasta las familias necesitan orientación para criar a los hijos y las escuelas de padres, animadas desde los centros, son otro campo en el que un maestro veterano puede realizar una función importantísima. Al fin y al cabo con la sobredosis de pluriempleos que nos metemos en el cuerpo cada mañana, desde psicólogos a enfermeros, policías, jueces o camareros, pocos profesionales se encuentran tan bien preparados para colaborar en la construcción de la sociedad del siglo veintiuno. Con esta cantidad de nuevas posibilidades de realización personal y profesional, los sesenta y tantos se afrontarán con la ilusión de un adolescente. Así da gusto.

III. Y el debate, pa'qué?

10 comentarios:

Anónimo dijo...

pues nada Juan, positivos sean los debates. Tú sabes mi opinión al respecto. Mientras las personas que ostentan el privilegio de construir y diseñar nuestros designios educativos, contengan el altísimo índice de corrupción, incompetencia y con la prevaricación como aglutinante, que padecemos en nuestra querida Comunidad (que no la de la tierra media)"esto no tiene arreglo". Quizá mi visión te parezca siempre pesimista, pero piensa que quizá sea por ser una persona que ha estado entre ellos, en el interior de lo que llaman "la casa". Me apunto al "de pena", desgraciadamente
Àngel Ramírez

Pepe dijo...

Yo me apunto al "II. Así da gusto". Ser enfermizamente positivo es fundamental para la educación. Estoy de acuerdo con lo comentado anteriormente sobre los altos cargos educativos, más bien políticos. El cambio a mejor no vendrá de ellos. Debemos ser el profesorado que está en el aula los que tenemos que sacar esto para delante.
Pero para eso se necesita un ideal utópico de escuela. No para conseguirlo, sino para trabajarlo. Las "Comunidades de aprendizaje" que propone Ramón Flecha puede ser una de las muchas soluciones.
"Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo, será imposible" (Miguel de Cervantes).

Anónimo dijo...

cierto Pepe, que no hay que "abandonar", en eso estoy de acuerdo. Yo trabajo todos los dias obviando lo comentado en el anterior post, como si mañana fuera a ser posible un cambio, con esa fuerza necesaria, te lo puedo asegurar. Ahora bien, eso si, no se si es la edad o la experiencia, o haberlos conocido, no soy un iluso y soy consciente de que me engaño a mi mismo, me miento si pienso que tiene solución. Es la única forma de disfrutar con nuestra profesión, pensando que "mañana", incluso "hoy" todo será diferente y positivo.
Nunca permitiré que mi visión pesimista/REALISTA impregne mi quehacer educador nunca. Pero no juguemos a que todo está bien y se mejorará. Te aseguro que es un absurdo en el que no pienso caer.
Àngel Ramírez

David Argente dijo...

Un post realmente bueno, Juan con bloggers como tu me da ánimos para reflexionar y escribir más posts


Un post realmente bueno, Juan con bloggers como tu me cuesta más ponerme a escribir y no estar a vuestra altura ...jejeje

Al final los docentes deberemos levantarnos de nuestro letargo e influir en los votos de nuestros discípulos....ufff...no..no puede ser ...que para lo que nos pagan ya hacemos suficiente.

elmaestrojuan dijo...

Yo sólo se que es algo suficientemente serio para que no sea haga tanta demagogia en uno u otro sentido. Se echa de menos un debate serio, apegado a la realidad actual (mayor calidad de vida, mayor esperanza de vida, vejez "activa", sostenibilidad del actual sistema, tasa de natalidad, flexibilidad a la hora de jubilarse, etc.) pero sobre todo se echa en falta la pedagogía de las decisiones, el que nos expliquen los "porqués y porquenos" de este tipo de cosas. No somos tan tontos, si nos explican las cosas seguro que las entendemos, incluso hasta podemos dar ideas...

Anónimo dijo...

uyyyyyyyyyyyyyyyyy, Juan, tú lo que quieres es SABER! Pero es que no sabes que lo mejor para el mandatario, aupado al "burrico" como dicen en mi tierra, es la la ignorancia del pueblo? la ignorancia, es el mejor caldo de cultivo para eternizarse en cualquier poder, compadre!
Bueno fuera apreciaciones, vamos que si, que yo estoy de acuerdo contigo Juan, que el debate brilla por su ausencia en líneas generales en este país. "Pa qué???!!!"

Pepe dijo...

Mi discurso no es solo teórico y desde una perspectiva personal. Informaros sobre las "comunidades de aprendizaje" y si podéis intentar desarrollarlas en vuestros centros.
Está demostrado.
Un saludo.

Ana dijo...

Que no digo yo que no tengas razón en parte, pero si tanta envidia te da de un peón de albañil, hazte albañil, y asi ganas más... deja la docencia verás que rico te haces y que montón de derechos tienes... (ironía). Estos profesores, que poco saben de la vida. Meteté con los políticos, con los banqueros, con los directivos, con toda esa gente que vive de tocarse las narices... pero deja en paz a los que trabajan: albañiles, fontaneros, carpinteros, campesinos, etc. que son los que de verdad trabajan.

Anónimo dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios (incluída Ana, aunque creo que no ha leído toda la entrada...). elmaestrojuan.

Hosting Colombia dijo...

Fue un articulo que realmente dio gusto leerlo, ya que estuvo muy completo y bien argumentado y leyendo algunos comentarios me encuentro muy de acuerdo con el primero y siento que cada uno tiene su propio juicio de lo que hace.
Un saludo y gracias por tan buenos artículos.